en un lugar

lunes, febrero 06, 2006


Retorno a las Islas de Aran (Irlanda)
En la isla principal se concentra el mayor número de fortalezas y edificaciones de la Edad del Hierro de toda esta zona del Atlántico.
Por otro lado, a causa del profundo aislamiento de su población, se ha desarrollado durante siglos una cultura única en Irlanda que milagrosamente sigue viva.
Al no existir verdaderos terrenos cultivables, los habitantes han creado con arena, algas y algo de tierra, huertos en miniatura rodeados por muros de piedra y que parecen extrañas obras de arte. Compiten en imaginación y creatividad, considerándolos una forma de expresión de sus gentes.
Dun Aonghasa es quizá la estructura de piedra de origen celta más impresionante de Europa. Está colgada de unos acantilados de vértigo y frente a ellas no hay otra cosa que mar hasta América. Como el resto de las construcciones de esa época —2.000 años antes de Cristo— está rodeada de complejos muros defensivos que aquí se convierten en un inusitado laberinto arquitectónico. Desde allí, siguiendo el camino de los acantilados, van apareciendo círculos de piedras, dólmenes con incisiones geométricas y otros lugares con un fuerte carácter ritualístico. Inis Mor también está llena de antiguos monasterios. Casi siempre en ruinas que recuerdan que estas islas fueron refugio de los primeros evangelizadores cristianos y más tarde retiro de monjes y anacoretas.

Las mujeres expresaban sus sentimientos a través de canciones pero también con los diseños que introducían en los jerséis que hacían para sus maridos e hijos. Siempre de color blanco, terminaron convirtiéndose en verdaderos objetos de culto. Todavía hoy, cada prenda hecha a mano indica la persona que la ha tejido y las horas que ha tardado en elaborarla, calculándose así el precio.
Los hombres, en cambio, concentraban casi todas sus energías en pescar con los característicos curragh, canoas adaptadas desde hace miles de años al violento mar que rodea las islas Aran. Tienen una armadura de madera recubierta con brea, lo que les da un intenso color negro. Incluso ahora, mantienen la costumbre de llevar una botella de agua bendita sujeta dentro de la proa, y no hay familia que no tenga su propia barca, aunque la pesca haya dejado de ser el principal medio de subsistencia de la población.
Si Inis Mor no ha podido evitar que la afluencia de turistas haya afectado de alguna manera su forma de vida, tanto en Inis Meain como en Inis Oirr, las otras dos islas que completan el archipiélago, todo permanece prácticamente igual que hace cientos de años. Sólo se habla gaélico y la tradición se cultiva con verdadero fervor religioso.
Se trata sin duda de «uno de los lugares más primitivos y fascinantes que quedan en Europa».